Motivación
Cómo lograr la colaboración de una fuerza laboral
que teme lo peor 
Miércoles 17 de junio de 2009.
Motivar a los empleados en plena crisis es todo un desafío.
Hoy más que nunca se necesita un estilo de liderazgo democrático,
que los involucre en las decisiones cotidianas y no escatime en
honestidad.
“¿Preocupado por la recesión?”, me preguntó
a la salida del subte una joven que repartía folletos sobre
seguro de desempleo. Pero, cuando llegué a mi oficina, encontré
sobre mi escritorio una pila de material sobre el tema opuesto:
“la colaboración de los empleados”. Evidentemente,
este es un tema en el que la gente piensa mucho, cuando no está
preocupada por la posibilidad de perder sus puestos de trabajo.
El de asegurarse la colaboración del personal es un venerable
tema de management. Desde hace mucho que se lo considera un ingrediente
mágico para el éxito corporativo. Forme una fuerza
laboral comprometida con la empresa y todo irá bien, dicen
los gurúes.
Pero hoy en día el humor negro prevalece en muchos lugares
de trabajo. A la gente le preocupa la posibilidad de estar en lo
que un ejecutivo de prensa solía definir como “el club
de las puntas de los dedos”. Cuando le preguntaban a qué
se refería, explicaba que era “cuando uno está
aferrado a su puesto con las puntas de los dedos”.
Los empleados están en una situación a pura pérdida.
Los despidos son necesarios pero perturbadores. Los sobrevivientes
no encuentran ninguna seguridad en lo que ven, quizás con
razón, como el período previo a la ejecución.
Sin embargo, al mismo tiempo, se sienten culpables por haber sobrevivido
y se preguntan a quién le tocará después. La
ansiedad de no saber cuál será su destino es tan intensa
que algunos, como la psicóloga empresaria Binna Kandola,
sostienen que la certidumbre de ser despedido es preferible a la
incertidumbre de no saber qué ocurrirá.
Estos son malos tiempos pero, el Engage Group, una consultora con
sede en Londres, dice que una “nueva política de inclusión”
ayudará a fortalecer el nivel de compromiso en el personal.
Esto incluye –y a algunos puede no gustarles– el desafío
de “compartir poder”.
Seduciendo a la tripulación
Los líderes “crearán valor si invitan a los
empleados que deben lidiar con los resultados a contribuir con las
decisiones cotidianas, la estrategia y el cambio de una manera ordenada”,
señala el Engage Group. Hacen falta líderes que logren
que la gente colabore en el proceso de toma de decisiones: “El
viejo modelo del CEO controlador y carismático que lidera
desde la vanguardia y apenas mira hacia atrás no sólo
es anticuado, sino que tiene un impacto enormemente negativo sobre
la participación de los empleados, aseguran.
Por su parte, Colette Hill, presidenta de la consultora de comunicaciones
CHA, comenta (y no es sorprendente) que, en tiempos preocupantes
como éstos, es vital mantener comunicaciones claras, honestas
y oportunas si uno quiere que la gente siga comprometida. Uno navega
por aguas muy agitadas. “¿Sus empleados actuarán
como su tripulación o se convertirán en pasajeros
descontentos?”, interroga Hill. Buena pregunta. Por supuesto,
uno espera que se pueda evitar un motín.
Pero lo más espectacular de todo es la propuesta de la consultora
Best Companies, que lanzará en abril la Experiential Learning
Attraction: un programa de entrenamiento interactivo que lleva a
los participantes a través de una serie de zonas que, en
conjunto, mostrarían a los empleadores cómo pueden
construir mayor compromiso en la fuerza laboral. Será una
presentación tridimensional en realidad virtual.
Creo que corremos el riesgo de mistificar y aplicar un exceso de
ingeniería a lo que es una respuesta humana bastante básica:
el deseo (o la falta de deseo) de hacer bien un trabajo. Hay dos
caminos para ganar la buena voluntad del personal. Se puede malgastar
dinero en ellos, como en la propuesta de Wells Fargo, el rescatado
banco estadounidense, que planeó organizar para sus empleados
employee recognition outings en lujosos hoteles de Las Vegas. Esta
idea ya fue abandonada.
La otra opción es tratar de decirles la cruda verdad. La
semana pasada me encontré con Archie Norman, el empresario
británico que lideró la enormemente exitosa recuperación
de la cadena de supermercados Asda. ¿Cómo logró
que el personal comprara su proyecto?
“Les dijimos las cosas como son. Hay que hacer que los empleados
enfrenten la realidad. La gente te seguirá, lo que no pueden
soportar es un liderazgo que se engaña a sí mismo
y no es realista. Cuando les dijimos que la situación era
muy mala, nos aplaudieron. Dijeron que por fin llegaba alguien que
se daba cuenta de cómo eran realmente las cosas”, explicó
Norman.
Asda, que estaba casi quebrada y fuera del negocio en 1991, fue
comprada por Wal-Mart por 6.700 millones de libras esterlinas ocho
años más tarde.
Stefan Stern.
Traducción: Graciela Rey. EL CRONISTA. |